sábado, 21 de septiembre de 2013

Capítulo 4

COMO LA MIERDA QUE ERES MÍA
10 minutos después, no quería salir del baño, en donde me había encerrado cobardemente.
No podía mirar a Gabriel a la cara.
Tomé aire profundamente y lo retuve por unos segundos.
Soplé lentamente intentando tranquilizarme.
Ejercicios de respiración.
Desde hace un año había aprendido a hacerlos.
Tuve que hacerlo después de casi desmayarme durante un ataque de pánico.
“Estás tan jodida” no lograba apartar las palabras de Gabriel de mi mente.
Antes de acobardarme erguí la espalda y salí valientemente con la frente en alto en dirección a la sala.
Sí, ese jodido departamento estaba como la mierda de destruido, seguramente por algunos universitarios que vivieron allí en el pasado.
—¿Estás bien? —. Preguntó un tanto preocupado.
Asentí.
No podía hablar.
Tenía a Robert en brazos, lo estaba meciendo distraídamente mientras el pequeño intentaba girar su pequeña cabecita en mi dirección.
El aire se volvió tenso.
—No es un lugar adecuado para un pequeño—. Comenté en voz baja.
Seguía a la espera de algo, ¿Qué? No lo sabía.
Él miró alrededor de la sala, como si por primera vez pudiera darse cuenta de la humedad que se filtraba en las paredes.
—Lo sé—. Contestó haciendo una mueca y apretando a Robert contra él, como si eso pudiera protegerlo de cualquier cosa.
La imagen de ellos dos…así de juntos…
Hacía que mi corazón se detuviera cada vez que los veía.
—Tengo espacio libre en mi departamento, no es tan grande pero…mi compañera se mudó recientemente…eso me deja sola…si quieres…ya sabes, puedes convertirte en mi compañero de piso—expuse torpemente.
“Genial, Emma…perfecto” me dije enojada a mí misma.
Nada peor que hablar torpemente frente a él, no quería hacerme ver…frágil.
Lo vi dudar.
Sabía, por los años de experiencia, que él lo pensaría por dos segundos y después rechazaría la idea.
—No estarías obligado a nada conmigo, independientemente de que seamos compañeros de departamento—me apresuré a decir.
Su dura mirada se posó en mí.
Se acercó lentamente, amenazadoramente…estaba cazándome.
Maldita sea, lo conocía bastante bien.
Su mano salió dirigida a mi mentón, apretando suavemente pero con firmeza para que no pudiera apartar la vista de él.
—Nena, maldita sea, como la mierda que eres mía, ni por un jodido segundo pienses lo contrario…porque esta vez, no te largarás cuando quieras…te daré un infierno de pelea antes que volver a perderte ahora que estás otra vez conmigo—afirmó Gabriel fieramente antes de besarme con su usual salvajismo.
Hombre controlador.
Siempre buscando tener el control de la situación.
Siempre teniendo la última palabra.
Lo había extrañado demasiado.
Sonreí tímidamente cuando Robert se interpuso entre los dos queriendo obtener la completa atención. Era tan tierno. Era un pequeño Gabriel.
Sí, jodidamente era su pequeña copia.
Él lo miró con adoración mientras le hacía caras graciosas que lo hacían “sonreír” y gorjear.
Era un niño muy activo, hijo del padre tenía que ser.
Me miró seriamente, tensando los brazos que sostenían a Robert contra su pecho.
—Aunque eres jodidamente mía, antes que nada…Robert es carne de mi carne, y él va primero…somos un paquete. Te quedas o te largas como hiciste cuando mi madre estaba enferma—gruñó con voz de piedra.
Pude adivinar por su mirada cínica que estaba firmemente seguro que saldría por la puerta como alma que lleva al diablo.
Dolió saber el concepto que tenía de mí.
Me acerqué lentamente a él.
Uní mis labios a los suyos con delicadeza, con temor a ser rechazada.
Gabriel estaba completamente quieto.
—Robert es una parte de ti, ¿Cómo no podría amarlo también? —. Pregunté acariciando el cabello de Robert.
El pequeño dirigió su atención a mí.
Frunció su pequeña carita mirándome con atención. Al menos eso creía yo.
Ni Gabriel ni yo nos movimos.
Sí, era casi como si el pequeño estuviera pensando su veredicto.
Lo repetía, era tan malditamente hermoso.
Solo de pensar en el pasado, lo que podría haber sido…quería llorar, con mis dedos acaricié distraídamente la piel debajo de las gruesas pulseras que usaba siempre, pulseras que ocultaban feas y crudas cicatrices de recuerdo de un dolor insoportable.
Un sonido.
Una sonrisa.
Unos bracitos extendidos.
Y mi corazón comenzó a sanar un poco.
Robert se removió de los brazos de su padre hasta que él lo cedió a los míos. Volví a acunarlo contra mi pecho, sosteniendo su pequeña cabecita. Él se recostó sobre mi hombro, babeando mi piel.
Y era lo mejor que me había pasado nunca.
Besé su coronilla.
Sería imposible no amar a Robert, no solo porque fuera una parte de Gabriel, sino porque el pequeño tenía tal carisma que robaba el corazón de la gente con solo una mirada.
Y aunque mi corazón ya estaba tomado por Gabriel, Robert, sin mucho esfuerzo también me lo robó, dejándome a merced de mis sentimientos por ellos.
—Por favor, cree en mí—. Le supliqué en voz baja a Gabriel.
Me miró.
Lo pensó por unos segundos.
Asintió.
Y fue como si pudiera volver a respirar, cosa que no había hecho en un largo año de oscuridad y mierda.
—Podemos intentarlo—accedió besándome cuidadosamente mientras Robert empujaba con sus brazos para crear distancia.
Reímos fuertemente.
—Creo que el pequeño ya te pidió para él—comentó Gabriel divertido mientras revolvía suavemente el cabello de su hijo—. Vamos, campeón, tienes que compartir.
Robert hizo una especie de sonido y lo ignoró, volviendo a concentrarse en babear mi hombro.
Sí, unos segundos y el pequeño me había robado definitivamente el corazón.
No me importaba que él no fuera fruto de mi vientre.
Era un niño especial…si Gabriel me daba la oportunidad, quería formar parte de la vida de ellos.
—Ya no soy sólo yo, Emma…si planeas repetir tu acción anterior, te lo repito, vete antes de que yo no sea nuevamente el único lastimado—. Repitió con voz seria.
Lo miré tratando de poner sinceridad en la mirada.
Quería que él creyera en mí.
Pero había destruido su confianza, y solo me quedaba recuperarla con acciones.
—No voy a irme—. Afirmé segura de mi decisión.
Él asintió con la cabeza.
—Entonces, creo que seremos compañeros de departamento—. Comentó como si nada,  dándose la vuelta para empacar las pocas cosas que había sacado de sus cajas.
Sí, no podía creerlo.
Aún había  esperanza para nuestro amor, y lucharía para volver a ser la de antes, aquella chica que su único objetivo era ser feliz con el amor de su vida.

Sólo que ya no sería únicamente feliz con Gabriel, también estaba Robert, por quien daría todo por su bienestar. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario