Alanna
Julio de 2003
Al dejar de ver a Tristán
como un moco no deseado en mí nariz, en la escuela me fue más fácil ignorar el
motivo por el que me sentía tan nerviosa no estando a su alrededor.
Un día él dijo que le
gustaba mucho mi cabello rizado, por lo regular mi mamá lo peinaba haciéndome caireles
en dos coletas, la verdad era que eso solo me hacía lucir más como una muñeca
de porcelana.
Mi papá siempre decía que la
razón por la que Alexa y las demás me molestaran tanto era por celos y envidia,
porque su simple cabello lacio no llamaba la atención y al contrario de mí, el
cabello rizado de color castaño claro, piel completamente clara, cara con
facciones delicadas y mejillas sonrojadas y enormes ojos de color cafés, era
imposible que yo no atrajera la atención de cualquier.
Ese día estábamos en plena
comida, en compañía de Tristán, Franco y Vladimir, y yo estaba mirando
esperanzadoramente a mi ogro gruñón, que era como llamaba a Tristán, esperando
a que se diera cuenta de lo bonita que era, imaginando cómo sería de mayor.
Estaba atenta hasta que mi
mamá comenzó con sus comentarios vergonzosos que entendía más que bien, a pesar
de que ellos creyeran que no lo hacía así.
—Hicimos un muy buen
trabajo, amor—había dicho mirando a mi papá con esos ojos que prometían acción
después de que todos nos fuéramos a jugar. ¡Asco! No me pregunten cómo lo
sabía…juro que necesitaba terapia psicológica por el resto de mi vida.
—Uno excelente, aunque en el
segundo intento no creo que fallemos tanto, sin embargo—contestó en broma
intentando molestarme poniéndome celosa.
—Muy gracioso,
papá—respondí, dándole una mirada divertida y de no ser porque me conocía muy
bien, creería que el comentario me dolería. Aunque solo fuera en broma.
—Sabes que bromeo, tú eres la
princesa de la casa y el campeón que viene en camino será el príncipe.
—¿Por qué tengo que ser la
princesa? El bebé, incluso Tristán, se vería mejor en un vestido y yo
prefiero ganar cualquier juego que implique
causar daño a los demás—interrumpí indignada por el hecho de ser tratada como
una “niñita”.
Sí, sé que soy una niña,
pero no me gusta tener que quedarme haciendo cualquier cosa que implique
muñecas y juegos de té o comida, prefiero el futbol o practicar cualquier
deporte de lucha.
Por eso cuando mi hermanito
naciera, porque había descubierto que mi mamá estaba embarazada, yo sería la
que le enseñara al niño cómo pelear.
—Porque, amor…tú eres una
princesa y no queremos que hagas nada que pueda causarte el mínimo daño. Aunque
no te discuto el hecho de ver a Tristán en vestido.
Franco y Vladimir rieron a
carcajadas prometiendo jamás olvidar el molestar a Tristán con vestidos que
lucirían bien en él.
—Gracias por todo,
princesa—Tristán me reprendió muy divertido, de manera que supe que no estaba
enojado conmigo, pero sabía que yo me cobraría el hecho de ser llamada
princesa. Odiaba que me dijera así. Así como él odiaba que lo llamara Ogro
gruñón.
—Púdrete, Tristán—contesté.
—¿De dónde aprendiste ese
vocabulario? —Preguntó mi mamá con los ojos completamente abiertos.
—De ellos tres, también he
aprendido otras cosas, ¿Quieres que te diga cómo podría papá masturbarte? —Dije
de la manera más inocente.
Tristán me pateo por debajo
de la mesa y le lancé una mirada desdeñosa, sabía muy bien que era vengativa,
aunque ahora él sabría que debía cerrar la puerta de su habitación cada vez que
quisiera decir sus cosas privadas “de niños grandes” cuando yo estaba en su
casa.
Mi papá enrojeció
completamente y prometió tener una plática muy larga con Franco, Vladimir y Leo...
y sus padres. Los tres me miraron fijamente y supe que sería el objetivo de la
venganza que planearan. Ups.
—¿Sabe, señor? —Comenzó a
decir Franco—. Llevo días pensando que quizá sería bueno para nuestra princesa
que tome alguna actividad extracurricular, quizá el ballet sería bueno…muchas
niñas adquieren gracia y elegancia y modales con ello.
A partir de esa plática tuve
que tomar clases de ballet por tres semanas hasta que conseguí, por medio de
monumentales berrinches, dejar de asistir.
Otra venganza de Tristán y
sus amigos fue que no sé cómo rayos convencieron a mi mamá de cambiar mi
guardarropa por algo más femenino. Gracias a ello ahora tenía unos horrorosos
vestidos y faldas que según ella lucían bien en mí.
Desde entonces los cuatro
nos hacemos increíbles bromas pesadas que van más allá de los límites, como la
vez en que conseguí depilar las piernas de Vladimir, o la vez en que a Franco
le pinté con rosas y arcoíris todas las portadas de sus libretas…o la vez en
que hice que Tristán terminara con su primera “novia de chocolate” porque
casualmente terminó cubierta de pintura. Aunque siendo honesta, eso lo hice por
placer y no por hacerle una broma.
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