domingo, 22 de septiembre de 2013

Prólogo


El miedo se había apoderado por completo de mí.

El miedo empezaba a afectar cada aspecto de mi vida.

Lo sabía. Lo sabía perfectamente bien.

Créeme, era consciente de que estaba siendo una cobarde.

Hasta ahora no había creído que podría hacer algo para salir de ese infierno.

Pero una idea comenzaba a echar raíces en mi mente.

HUIR.

TENÍA QUE HUIR.

Solo había un problema, no era lo suficientemente fuerte para hacerlo.

Dejé la idea de lado.

Tenía que haber otra manera.

No siempre había vivido así.

Adam no siempre había sido así.

De haberlo sabido jamás lo hubiera dejado entrar en mi vida.

Había tres palabras que podrían describirlo a la perfección: LOCO, OBSESIVO y VIOLENTO.

¿Y cómo lo había descubierto?

Por las malas: por la experiencia.

La puerta del departamento se abrió y entró un furioso Adam.

——— ¿Dónde mierda estás? ——gruñó con su voz intimidante.

Comencé a temblar de miedo.

Nada me podría defender de lo que estaba por llegar.

Adam entró por la puerta de mi habitación.

Creo que nunca podría olvidar ese brillo de locura que crecía cada día más en sus ojos.

Se acercó lentamente a mí, sonriendo maliciosamente…y todo se volvió negro.

Gemí en voz baja mientras me despertaba lentamente, dejando atrás ese sueño, ese recuerdo de la semana pasada.

Lo que en su momento había empezado como una pequeña idea, se había convertido en mi meta.

TENÍA QUE HUIR.

Finalmente, me hice consciente de que si no me alejaba, muy probablemente las cosas terminarían mal.

Lo había organizado de poco en poco, y estaba lista para dar el siguiente paso.

Hoy era el día.

Adam estaba trabajando hasta tarde, lo que me daba un margen de 8 horas contando desde ahora para escapar.

Intentando actuar lo más normal posible, para evitar entrar en pánico y cometer algún error, desayuné y salí a comprar despensa como hacía de vez en cuando.

Dos horas después tenía organizada todas mis maletas con las cosas más indispensables y todo aquello de valor que me sería de utilidad.

El timbre sonó y me encaminé a abrir la puerta.

Jase. Mi amigo de toda la vida estaba allí, apoyándome como siempre lo había hecho. Me miró fijamente, conteniéndose de echarme en su hombro y salir corriendo como loco hasta estar lejos de mi casa.

Lo conocía a la perfección.

Yo había sido la chica adoptada de unos padres indiferente. Era el adorno perfecto para ellos.

Él había sido el chico solitario con padres adictos y violentos que rara vez recordaban que tenían un hijo a no ser que sea para golpearlo.

Ambos éramos toda una fichita.

Y nos entendíamos como nadie más lo hacía.

Finalmente, después de guardar ferviente silencio,  había acudido a él, completamente golpeada y con el orgullo y la dignidad por los suelos.

Había costado demasiado detenerlo de ir a buscar a Ada y hacerlo pagar, lo había impedido, no porque Adam no se mereciera ser golpeado, porque lo hacía, pero sabía que Adam estaba lo suficientemente loco como para matar a Jase por interceder.

——— ¿Lista? ——preguntó sin dudarlo, completamente seguro de la locura que íbamos a cometer.

——— Lista——susurré en voz baja, temblorosa.

Me sentía temblorosa.

Me ayudó a cargar mis maletas en su camioneta, acomodamos todo lo que me llevaría.

El bolso que llevaba las cosas más importantes como mis documentos y tarjetas de crédito y débito lo dejé en el asiento trasero.

Hablé con el casero del edificio en el que vivía, el hombre que había sido testigo de las discusiones entre Adam y yo. El Sr. Jackson, se encargaría de llamar a la policía en cuanto Adam intentara entrar a mi departamento, justo un cerrajero se encontraba cambiando los cerrojos y agregando unos cuantos en caso de que quisieran abrir la puerta.

Le dejé mi dirección de correo al Sr. Jackson, quien me contactaría en cuanto consiguiera un comprador para mi departamento. El Sr. Jackson se llevaría una comisión por las molestias ocasionadas por mí parte.

Cuando todo estuvo terminado y subí con Jase a su camioneta en dirección al aeropuerto. Suspiré lastimosamente con dolor en las costillas. Finalmente, finalmente estaba dejando todo atrás.

El viaje se llevó a cabo en silencio.

Llegando al aeropuerto hicimos todos los trámites necesarios y nos quedamos sentados hasta que llegó el anuncio de mi vuelo.

Jase me llevó al área de abordaje, una lágrima se escapó de mi ojo, él la limpio con su dedo pulgar.

——— Todo estará bien, tu y yo estaremos bien——aseguró Jase.

Le creí, le creí porque era la única persona que nunca me había fallado.

——— ¿Nos veremos en una semana? ——pregunté llorosa.

Asintió.

——— Te alcanzaré en una semana, estate tranquila, él ya no te hará daño——afirmó contundente.

Esperaba que así fuera.

— Ten cuidado, no quiero que nada malo te pase——insistí por milésima vez desde que él me empezó a ayudar.

Adam era una persona loca, sin escrúpulos y capaz de todo.

——— Estaré bien, él no sabe de mí, nunca nos vio juntos o le contaste de mí——explicó desestimando mi preocupación.

Le di las llaves de mi coche.

——— Sabes qué hacer——le recordé.

——— Lo sé, no te preocupes por nada, en una semana estaré contigo——dijo y me besó suavemente en los labios.

Siempre nos saludábamos así, nuestros besos no eran más que muestras de cariño, de amor.

Éramos como hermanos. Siempre lo hemos sido desde que nos conocimos.

Antes de que empezara a llorar y le rogara que se fuera conmigo, avancé, caminé y no miré atrás, no me podía permitirlo hacerlo, porque si no nunca sería capaz de irme.

Cuando estaba por sentarme en mi asiento, mi celular sonó.

ADAM.

Decía la pantalla.

Mi corazón se detuvo por un segundo y casi pude haberme desmayado.

Ignoré la llamada y tropecé con mis propios pies al dar la vuelta.

Estaba a punto de caer, y dolería demasiado.

Unos brazos me atraparon, unos fuertes y enormes brazos, debería añadir.

Estaba apenada por mi torpeza.

Alcé la vista rápidamente. Unos ojos azules me devolvieron la mirada.

MALDICION.

Ese hombre era un metro ochenta y nueve de pura sensualidad, con su piel bronceada, cabello negro y ojos azules.

Me quedé sin palabras.
Sus ojos me miraron... Y el resto del mundo se congeló... Él era... Él era INVIERNO.

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