Gabriel
Mudanza.
Una palabra…una simple palabra…que podía provocar semejante
daño.
Emma se había mudado.
Así sin más explicación.
Simple y sencillamente se había
ido… me había dejado.
Arrugué la estúpida carta que
sostenía en mi mano.
¿Después de 14 años de amistad y
8 años de noviazgo, ella me dejaba así sin más?
“Gabriel,
lo siento mucho…no puedo
soportar esta situación…no soy
fuerte…no puedo poner mi vida en pausa
así nada más…lo
lamento…siempre te amaré y te esperaré.
Te amo, Emma.”
No pude evitar recordar el jodido
contenido de la carta.
Quería gritarle.
Quería tenerla frente a mí y
rogarle que no me dejara.
DEMONIOS.
Había estado listo para hacerlo,
ella siempre lo había sido todo, ella siempre había sido mi razón…y yo estuve listo para
arrastrarme por ella.
¿Qué clase de hombre hacía eso?
Los que amaban de verdad.
Y a pesar de que la amaba, no
podía encontrar razones suficientes para justificarla.
Ella no tenía derecho de una
justificación.
Maldita sea.
Lo único que era capaz de sentir
era dolor. Dolor y más dolor.
Dolor porque la única mujer que
quedaría en mi vida se había ido.
No tenía nada.
Estaba solo. Prácticamente.
Respiré profundamente, no podía
dejar de sentir cómo se comprimía mi pecho dolorosamente con cada sollozo que
sofocaba.
1 hora, 12 minutos.
1 hora y 12 minutos había pasado
desde que mis ex suegros me habían anunciado la decisión de Emma, me habían
entregado la carta y me habían mirado con lástima.
¡Esa jodida zorra!
¡De ella haber estado en mi
situación yo habría abandonado todo para estar con ella! ¡Ni de puta broma la
habría abandonado! ¡Yo habría estado a su lado a través de la tormenta! ¡Habría
sido su apoyo! ¡Se supone que éramos un equipo, ella y yo, juntos!
Apreté mis manos en puños.
Caminé a través del pasillo del
hospital.
Todo parecía abstracto.
Nada me parecía real.
Curioso como de repente puedo
sentir mi vida derrumbarse a mi alrededor…y el
mundo sigue…la vida
sigue.
Nadie se detiene a preguntarme
qué pasó.
Nadie se encuentra aguardando a
que toque fondo para tomar mi mano y regresarme a la superficie.
De repente ya no tenía nadie con
quién hablar. Nadie que me abrazara. Que me escuchara. Que soportara mis gritos
de dolor.
Mi novia y mejor amiga se había
ido sin mirar atrás. Te esperaré, había dicho. Sí, claro.
Mi mamá seguía detrás de la
puerta, con su vida apagándose a cada minuto. Ni el cáncer ni el dolor le había
dado un respiro para terminar las cosas que tenía pendiente.
Estaba solo.
Mi mujer se había largado y mi
madre estaba por morir.
No podía dejar de repetir esos
dos sucesos.
Dos pérdidas.
Doble dolor.
Doble abandono.
Doblemente solo.
Estaba siendo un puto marica.
Maldije en voz baja.
Entré a la habitación.
Allí seguía, mi mamá acostada en
la cama, viéndose cada vez más consumida, con la muerte llamando a la puerta de
su casa.
Me acerqué a la cama y me acosté
a un lado de ella, cuidando de no moverla ni lastimarla. La abracé suavemente.
Dios, mi mamá, mi mamita querida, estaba por morir y no podía hacer nada por
evitarlo.
Sus brazos se rodearon a mí
alrededor.
———
¿Dónde está Emma?
——preguntó suavemente.
Mi madre amaba a Emma como a una hija propia.
Emma siempre había estado en nuestras vidas, desde
que éramos los mejores amigos en el kínder y hasta cuando decidimos hacernos
novios en la primaria. Ella siempre había estado allí.
Ella era la hija que mi madre siempre había
querido.
Ella siempre había sido la chica que mi mamá quería
para mí.
Y ya no estaba.
——— No está aquí——dije simplemente, miré a mi madre
a los ojos——te amo mamá, siempre estaremos juntos tu y yo.
Su mirada se llenó de compasión.
——— Siempre lo estaremos, aunque yo no esté aquí físicamente…siempre estaré a tu
lado——respondió.
No pude más.
Solté a llorar como cuando era un niño pequeño, y
de alguna manera, con 18 años, lo seguía siendo. Seguía y siempre sería el bebé
de mamá. Ella siempre sería mi mamá.
Y allí, en los brazos de mi
madre, el dolor era soportable, el dolor de haber perdido a Emma disminuía con
el consuelo de mi madre.
Una parte de mí se preguntó qué
sería de mí cuando ella ya no estuviera más aquí. Estaría jodido. Mi vida no
sería nada.
La vida dejaría de ser vida…y aun así el resto del mundo
seguiría como si nada hubiera pasado. Mi mamá sería un recuerdo permanente en
mi mente y corazón. Emma sería un recuerdo lleno de dolor.
Yo sería solo un recuerdo
del chico que alguna vez había sido.
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