viernes, 20 de septiembre de 2013

Prólogo

Alanna
Abril de 2003

Nunca en mis 9 años de vida había llorado como lo hacía en ese momento.
Nunca en mi corta vida me había preocupado tanto por algo. Quizá no tenía nada que me importara lo suficiente como para preocuparme, o quizá sólo me negaba a admitir que algo me importaba porque precisamente, no quería preocuparme.
Sea como sea, estaba allí, llorando de la preocupación en la sala de la casa de mis vecinos, los Blake. Johana, la niñera que compartíamos Tristán y yo, parloteaba cosas sin sentidos. Sin duda, tratando de que conseguir que cerrara mi boca por un momento y escuchara lo que tenía que decir.
No lo hice.
Seguí llorando porque no podía hacer algo más.
Sentía…culpa…
También sentía…arrepentimiento…
Lo más extraño de todo…es que sentía…miedo…
No tenía miedo de que me regañaran, tampoco de que me castigaran. Por muy sorprendente que fuera, sentía miedo por Tristán. Verlo caer del árbol y romperse el brazo por un estúpido reto que le puse, fue como recibir un baldazo de agua helada. No podía perderlo.
La sola idea era inconcebible.
No había Tristán…si yo no estaba en la ecuación.
Yo no podía ser yo…si no tenía a Tristán para hacerme actuar como era en realidad. Él sacaba lo peor de mí…pero también lo mejor. No es que fuera a admitirlo ante él.
Éramos un equipo, él y yo.
La puerta se abrió, haciendo que por un momento se escuchara algo más que mis lloriqueos en la casa.
La señora Blake entró dándome una sonrisa tranquilizadora. Eso quería decir que no estaba enojada conmigo, al menos ella no lo estaría. No podía decir lo mismo del papá de Tristán…o de mis padres. Estaba muerta. Que viene siendo lo mismo que estar castigada.
Pocos segundos después entró el señor Blake, guiando a un Tristán que refunfuñaba como un chiquillo. Se calló al momento en que me vio. Por un segundo me dio una pequeña sonrisa…pero desapareció al instante para ser remplazada por una mirada malévola y amenazante.
Genial.
Me haría pagar por su brazo roto.
Pero gustosa recibiría sus quejas y bromas pesadas…al menos lo tenía conmigo.
Seguíamos siendo enemigos en un mismo equipo.
La boca del Sr. Blake se abrió y esperé su regaño.
—Alanna, cariño, no tenías por qué esperarnos tanto tiempo—dijo en su lugar dándome una sonrisa tranquilizadora.
—Tenía que hacerlo, señor, Tristán es mi amigo—respondí nerviosa.
Él asintió, como si esa fuera la respuesta que esperaba escuchar.
—Bueno, los dejo solos, niños—. se excusó cuando su celular comenzó a sonar—. Y por el amor de Dios, por lo que más quieras, Tristán, deja de subirte a los árboles.
Sorprendida me di cuenta que él no me había acusado…Tristán había tomado la culpa de algo que yo había provocado. Algo extraño cuando normalmente trataba de incriminarme de cosas que no hacía.
Él y yo nos quedamos en silencio hasta que me hizo una seña para que saliéramos a su patio. Sabía a dónde huiríamos: su “casa del árbol” en el suelo. Que no era más que un cuarto de servicio del que Tristán se adueñó para hacerlo su guarida.
Escuchamos a Johana quejarse pero la ignoramos, así como ella nos ignoró.
Enseguida me tiré pesadamente sobre uno de los sillones en forma de pelota de futbol, no miré a Tristán. La culpa y el miedo todavía los sentía a flor de piel.
—Hey—dijo él, sentándose en el asiento a mi lado.
—Hey—respondí mirando fijamente el techo.
Guardamos silencio.
—Estoy bien—añadió un momento después.
Antes de saberlo, me aventé a sus brazos, rodeándolo fuertemente e ignorando el quejido doloroso que él hiso. A pesar de mis esfuerzos para evitarlo, las lágrimas corrieron por mis mejillas.
Tristán me rodeó con su brazo sano, hundiendo su rostro en mi cabello.
—Perdón—susurré.
Él rio.
¡Rio!
¿Era en serio? ¡Yo moría de la preocupación y él reía!
—No fue nada—desestimó como si nada.
Negué con la cabeza, apartándome lo suficiente para verlo sin perder el contacto con su cuerpo. Era la primera vez que mostrábamos la menor señal de afecto, al menos una que no fuera jugarnos bromas o llamarnos idiotas, esa era nuestra manera personal de decir “me importas”.
Alejó su brazo de mí y limpió suavemente las lágrimas que mojaban mis mejillas. Su mirada…su mirada era rara, nunca antes me había mirado así.
—Tuve miedo—admití finalmente—. Miedo de perderte.
—Eso es algo imposible, hace falta más que una caída y un brazo roto para alejarme de ti—bromeó con esa enorme sonrisa torcida.
Creo que era la primera vez que lo veía con otros ojos. Algo en él parecía diferente a mi parecer. Algo que me daba miedo investigar.
—Deja de ser una idiota, Ally, estoy bien… tú estás bien, deja de lloriquear—dijo con un tono de voz serio.
Asentí y me aparté.
Vimos la tele por varios minutos, hasta que su mamá nos llamó para ir a cenar, pronto sería hora de irme a mi casa, que para mí mala/buena suerte, se encontraba al lado de la de Tristán.
Antes de salir de la guarida, como normalmente la llamábamos, Tristán tomó mi mano sorpresivamente. Lo miré confundida.
—Sabes que te quiero—afirmó torpemente.
—Te quiero también—respondí al instante.
—Eso no quita que seas una idiota con más locura que neuronas, cuando me rompas otro brazo, te rompo uno también—añadió sonriendo.
Sí, mi Tristán estaba de regreso.
—No te pongas tan cursi—bromeé por un momento—. ¿Enemigos?
—Siempre—respondió dándome un golpe en el brazo que me dio ganas de regresárselo, de no ser porque por mi culpa él tenía un brazo roto.
Lo dejé pasar, por ahora no era mi enemigo, él era el único mejor amigo que tenía…y que estuve a punto de perder.
Al día siguiente todo volvió a la normalidad, Tristán regresó a ser el niño brusco y temerario que siempre fue. Yo volví a tratarlo como si fuera mi juguete…con la diferencia de que por primera vez me pidió algo…firmar su yeso.
No está de más decir que al primer segundo de decirlo, se arrepintió. Pinté muchos tréboles de buena suerte en rosa y más groserías de las que era debido, pero llevó su yeso con orgullo, como si fuera una herida de guerra, y se negó a que alguien más lo rayara.
Sí, por un momento dejamos de ser enemigos, para ser amigos. Al menos tan expresivamente. Nunca lo olvidaría. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario