sábado, 21 de septiembre de 2013

Capítulo 6

CARICIAS, PAÑALES Y…MIERDA
Desde hace un año que no dormía tan bien.
Ninguna pesadilla me despertó y lo mejor de todo fue que lo primero que vi al abrir los ojos fue a Gabriel roncando mientras babeaba ligeramente la almohada con su boca abierta. Siempre lo había hecho. Roncar y babear. Lo peor de todo no era eso, era que amaba que lo hiciera, amaba todos y cada uno de sus defectos. Siempre  lo había hecho. Siempre lo haría.
Lo segundo que vi fue a Robert durmiendo plácidamente.
Era la mejor escena que podría alguna vez ver.
Era…increíble.
Me sentía como en un sueño. Un sueño del que no quería despertar.
He de admitir que no creí que estaría en esta situación.
Parte de mí se había aferrado a la idea de que no merecía a Gabe. No lo merecía en absoluto.
Había sido lo suficientemente egoísta como para huir cuando él y su mamá me necesitaban más que nunca. Había huido por el simple egoísmo de no querer vivir otra pérdida.
Ahora…la vida me había dado una cachetada en la cara al regresar a Gabe a mi vida con nada más y nada menos que Robert a su lado. Me preguntaba muchas cosas. Pero no tenía derecho alguno de preguntar respecto a ese tema.
Como sea que Robert haya sido concebido, esperaría a que Gabe fuera el que escogiera cuándo y qué compartir conmigo de ese tema.
Así que…hasta entonces…los tenía para mí.
Sí, había extrañado a este chico, no me culpen…él siempre ha sido, es y será el único para mí.
Y a pesar de todo…nada era igual. Las cosas habían cambiado irreversiblemente, pero los sentimientos seguían allí y es lo que importaba
Incluso en aquellos tiempos en los que peleábamos en el lodo yo sabía que lo quería. Aun cuando él me jalaba el pelo para molestarme y me robaba mi comida, él siempre había sido el único que quería.
—¿En qué piensas? —dijo Gabriel sacándome de mis pensamientos.
Lo miré.
Sus ojos se entrecerraban y con una mano se tallaba el rostro perezosamente, tratando de borrar los restos de sueños.
—Siempre fuiste tú—respondí honestamente.
Sus cejas se alzaron casi hasta el nacimiento de su cabello.
—¿Yo qué?
—Quien quería, siempre has sido tú al que he querido.
Me dio esa hermosa pequeña sonrisa de suficiencia mientras se bajaba y caminaba a mi lado de la cama, tratando de no hacer ruido.
—Jamás hubo oportunidad para alguien más que yo—. Afirmó inclinándose sobre mí y rozando su nariz con la mía.
—Lo sé—susurré en respuesta atrayéndolo hacia mí.
Nos besamos por lo que pareció mucho tiempo, él acariciándome mientras yo recorría su espalda con mis manos.
—No quiero volver a sentir que no me deseas—gruñó envolviendo mis piernas a su alrededor. Cooperé de buena gana.
—Siempre te desearé, ayer fue…fue…mejor olvidémoslo y empecemos de nuevo.
Él asintió a regañadientes antes de  rendirse a mis distracciones.
Antes de que las cosas se pusieran interesantes…Robert comenzó a llorar tan fuerte que por un segundo sospeché que algún vecino llamaría a la policía por el escándalo.
Gabriel suspiró frustrado antes de pararse y dirigir toda su atención al pequeño. Quien lloraba y tenía su cara roja.
—¿Qué tiene? —. Pregunté espantada por no saber qué significaba su llanto.
—Mierda—dijo simplemente antes de levantarse e ir por algunas cosas del bebé.
—¿Mierda? ¿Quieres decir “¡Mierda!” como exclamación de sorpresa o…?
—Mierda de popó…excremento…ya sabes—. Terminó por mí sosteniendo toallitas, talco y un pañal en sus manos.
Ugh.
Cambiar pañales.
Definitivamente moría por verlo hacer eso.
—Oh no, no me des esa mirada, me ayudarás—afirmó.
Y si bien parecía algo sencillo de hacer…no lo era, cambiar un pañal por primera vez, era una experiencia para recordad toda la vida, especialmente porque era inevitable tener arcadas y que Gabe no se riera de mí por ello.

Después de nuestras caricias, los pañales y la mierda…definitivamente mataba el romance del momento. 

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