Cuando
todo se calmó me resistía a dejar la mano de Adonis.
Estaba
actuando como una tonta.
Aparté
mi mano con delicadeza, no queriendo arrebatarla de golpe y que él pensara que
era una maleducada y desagradecida.
—Gracias—dije
con mi mejor intento de sonrisa.
No me
sentía capaz de sonreír.
E
incluso por mucho que lo intenté, no dejé de pensar que probablemente mi rostro
sólo hubiera mostrado una mueca.
Maldita
sea.
Qué
patético era no saber cómo sonreír.
“Pero
ya eres libre, Payne” me recordé como un mantra.
Seguramente
lo estaría repitiendo muy seguido.
—Por
cierto, soy James—agrega adonis ante mi silencio—. ¿Y tú eres…?
—Payne—digo
simplemente.
Me
mira fijamente.
Si él
no me dice su apellido, yo tampoco tengo por qué hacerlo.
Otra
vez su boca se curva ligeramente, y por alguna razón eso hace maravillas con
mis nervios que se incrementan imposiblemente.
Ese
hombre era tan ilegalmente guapo.
Adonis.
Creo
que no podría evitar pensar en él como mi Adonis…ejem…simplemente quitemos el
“mi”. ¿De acuerdo?
Maldita
sea.
Estaba
como una cabra.
Recosté
mi cabeza en el asiento y cerré los ojos.
No
quería cerrar los ojos.
Cuando
lo hacía era inevitable que comenzara a pensar y meditar en muchas cosas, cosas
malas, cosas que estaban en el pasado.
Pero
era mejor enfrentarme a mis demonios que sentirme descolocada por adonis…James.
Un
minuto pasó en silencio.
Podía
sentir su mirada quemar contra mí.
Cuánta
intensidad podía tener la mirada de alguien, había sido un misterio para mí…al
menos hasta ahora, que sabía la respuesta gracias a él.
—¿Se
te ofrece algo? —. Pregunto sin abrir los ojos.
Imaginaba
que de haberlo visto, su sonrisa se abría agrandado. Giré la cabeza hacia él y
abrí un ojo ligeramente.
Sí,
ahora tenía una gran sonrisa que podría haberme hecho temblar las piernas de
haber estado parada.
¿Qué demonios
me pasaba?
—¿Qué
edad tienes? —. Preguntó ignorando mi mal humor.
¿Por
qué demonios no me dejaba en paz?
¿Era
algo tan difícil de hacer?
Suspiré
pacientemente.
—24
años, ¿Y tú, James?
Se
giró en su asiento hacia mí.
—33
años. ¿Vas de turismo a Londres o vives allí?
—Me
estoy mudando…un cambio diferente del estilo de vida de New York. ¿Y tú?
Sonrió
como si supiera que estaba haciendo un gran logro al conseguir que hablara con
él. Raro.
—Vivo
en Londres, pero siempre estoy viajando por trabajo—explicó.
—¿Eres
un empresario? —. Curioseé sintiendo una gran decepción. De haber sido una
persona común y corriente habría considerado sentirme atraída a él.
Ningún
empresario o persona de poder para mí.
Quería
estar lo más alejada de ese tipo de personas. Con Adam había tenido suficiente
y no me apetecía repetir esa experiencia.
De
cualquier forma, ¿Qué demonios haría un empresario viajando en clase turista?
Sonaba ilógico.
James
dudó por un segundo qué responder.
—Creo
que todas las personas somos empresarios cuando se trata de manejar el poco o
mucho dinero que ganemos. Pero, en realidad, viajo porque mis jefes me mandan a
donde ellos quieren. Solo soy un simple peón—explicó al fin.
Suspiré
aliviada.
Un
simple trabajador más.
Bien,
eso estaba aceptable.
—¿Y tú
trabajas? —. Continuó haciendo plática.
Plática.
Creo
que era la primera vez en muchos años que platicaba como una persona normal con
alguien más, por el simple hecho de hablar y nada más.
Consideré su pregunta intentando
averiguar cómo responder.
—No sé
cómo responder a ello—digo encogiéndome de hombros.
Estaba
segura que esta “charla” duraría un tiempo considerable, por lo que me acomodé
en mi asiento, subí mis piernas y me acosté de lado viendo hacia él.
Una de
las ventajas de ser pequeña, era que nunca me preocuparía del espacio de los
asientos en los aviones. Al contrario de James, que seguramente no podría
estirar sus piernas libremente en clase turista sin golpear al asiento
delantero.
Quería
reír de lo contrario que éramos, pero me contuve.
Simplemente
me haría quedar como una tonta.
—¿Por
qué, no trabajas o te dedicas a algo ilícito? —Preguntó con los ojos abiertos
en sorpresa.
No me
aguanté.
Me reí
tanto que el estómago me comenzó a doler.
No
podía recordar la última vez que me había reído tan libremente.
Se
sentí bien.
Me
sentí bien. Me sentí… feliz.
—Deberías
de ver tu cara en estos momentos—expliqué ante su mirada herida, negué con la
cabeza ante lo descortés que estaba siendo—. Soy escritora de novelas, pero las
publico con seudónimos. Así que yo decido cuándo trabajo y dónde.
Sus
ojos se iluminaron ante mis palabras.
—¿Y
qué tipo de novelas escribes? ¿Cuál es tu seudónimo? ¿Traes alguna novela tuya
contigo? —. Preguntó rápidamente.
Sonreí.
Qué
raro era James.
Era…diferente…como
un soplo de aire fresco.
—Novelas
de todo tipo…romance, paranormal, comedia, erótico—sentí mis mejillas
sonrojarse pero trate de ignorar mis propias palabras—. Si te dijera mi
seudónimo, dejaría de mantener mi identidad en secreto. Y no traigo ninguna
novela conmigo.
Lo vi
abrir su boca para preguntar algo más pero me adelante y le pregunté sobre el
qué tipo de empresa en la que trabajaba. Sus mejillas se sonrojaron
tiernamente.
Ese
hombre estaba que ardía, definitivamente.
Viéndolo
de cerca, su piel era bronceada, sus pómulos estaban marcados y su cabello era
en realidad castaño, no es que hubiera mucha diferencia con el negro, pero el
castaño le quedaba mejor con su piel. Tenía barba tipo candado. Y era
simplemente…delicioso.
—Trabajo
para un par de revistas de moda…y algunas marcas que me contratan aquí y allá
para ayudarles en los lanzamientos de sus productos—. Respondió al fin.
MODA.
Bien.
Sí,
estaba segura…éramos agua y aceite.
No
solamente era el hecho de que yo medía 1.52 metros y mi piel fuera pálida y
tuviera cabello castaño claro y ojos marrones y él fuera lo contrario a
mí…simplemente éramos opuestos.
Él
trabajaba en la moda…yo odiaba la moda.
Él era
alto…yo era pequeña.
Él
tenía estilo en su forma de vestir, maldición, incluso su cabello tenía estilo…
¿Yo? Yo era sencillamente descordinada.
Apostaba que él era del tipo de ir
al gimnasio y hacer ejercicio todo el tiempo… yo era torpe con cualquier
actividad física.
Siguió haciendo preguntas,
ignorando el hecho de que respondía vagamente, parecía muy interesado en saber
más de mí. Lástima que no tuviera el más mínimo interés a abrir mi alma a él ni
a nadie más.
Estaba jodida.
Mi alma estaba podrida.
Dudo mucho que él pudiera
encontrar algo bueno en mí.
¿Por qué perder el tiempo?
—¿Por
qué me preguntas tantas cosas? —. Lo interrumpí una hora después de platica
incesante. Hablábamos de todo y de nada.
—Porque
me interesa conocerte—respondió con esa mirada intensa.
Me
quedaba sin palabras con sus ojos. Estaba congelada ante ese azul gélido que me
miraba fijamente.
—Bueno,
con descubrir mi color favorito no descubrirás nada. ¿Quieres que me resuma
para que puedas entenderme?
Él
asintió con la cabeza, completamente atento en mis palabras.
—Bien,
conmigo no llegarás a esa bonita amistad que te imaginas, no me interesan las
personas, no me gustan las flores ni ninguna mierda romántica. Puedes ahorrarte
ese juego de las mil preguntas, tenemos aún alrededor de 6 horas de vuelo por
delante y esto no es una cita, no es que yo salga en citas, las odio. Bien
podemos aprovechar las horas para no aburrirnos, tómalo o déjalo, no me
interesa. No contestaré ninguna pregunta tonta más, bien podemos pasar a la
acción y “conocernos mejor”, si entiendes lo que quiero decir. Pero no imagines
más. Podemos tener una bonita aventura de viaje, o bien puedes dejar de
mostrarte interesado en la mierda que cargo conmigo.
Su
cara se quedó seria.
Su
rostro no mostró ninguna emoción.
Siguió
mirándome, y podría haber jurado que él podía ver más allá de mí, que podía ver
mi oscura y jodida alma. Algo tonto por pensar, lo sé. Pero no podrías llegar a
entenderme hasta no estar siendo el objetivo de esos ojos.
—¿Quieres
una aventura de viaje? —. Preguntó finalmente.
Sentí
mis mejillas sonrojarse.
—No
especialmente, pero no te equivoques, un par de polvos en el baño del avión es
a lo más que podríamos llegar a hacer. Estoy siendo sincera contigo, estoy
jodida, no me interesa ningún tipo de relación, por más inocente que sea.
Se
acomodó en su silla y cerró los ojos.
Bueno,
creo que todo estaba definido.
Saqué
de mi bolso mi iPod y me puse los audífonos.
Memories
de David Guetta comenzó a sonar a todo volumen. Suspiré cerrando los ojos y
concentrándome en la música.
All the
crazy shit I did tonight
Those are
the best memories.
I just
wanna let it
Go for the
night...
That would
be the
Best
therapy for me.
La
música siguió sonando y mi mente iba a la deriva, siempre terminando en…él. El
adonis que se sentaba a mi lado. Y a quien probablemente había alejado con mi
actitud de mierda.
It's gettin
late but I don't mind.
It's gettin
late but I don't mind.
It's gettin
late but I don't mind.
It's gettin
late but I don't mind.
Una
mano me quitó uno de los audífonos.
—El
baño…en dos minutos—dijo James y acto seguido se levantó de su asiento y se fue
desapareciendo de mi vista.
Tragué
saliva.
Bueno…me
había tomado desprevenida.
¿Qué
demonios debía hacer?
Estábamos
hablando de sexo con un desconocido y sexi adonis en un baño de avión. Bueno,
demonios, si eso no era caliente.
Era
una cobarde.
Me
quedé sentada dejando que la música sonara.
“La
mejor terapia para mí” dijo una voz en mi cabeza, probablemente recordando la
letra de la canción.
Maldición,
probablemente era una locura. Pero, ¡Carajo! ¿Si no vivía hoy…cuándo lo haría?
Me
quité los audífonos y discretamente me paré del asiento sin llamar la atención
de nadie. No podría conseguir más mierda de la que ya tenía. ¿Qué perdía?
No hay comentarios:
Publicar un comentario