domingo, 22 de septiembre de 2013

Capítulo 2

Cuando todo se calmó me resistía a dejar la mano de Adonis.
Estaba actuando como una tonta.
Aparté mi mano con delicadeza, no queriendo arrebatarla de golpe y que él pensara que era una maleducada y desagradecida.
—Gracias—dije con mi mejor intento de sonrisa.
No me sentía capaz de sonreír.
E incluso por mucho que lo intenté, no dejé de pensar que probablemente mi rostro sólo hubiera mostrado una mueca.
Maldita sea.
Qué patético era no saber cómo sonreír.
“Pero ya eres libre, Payne” me recordé como un mantra.
Seguramente lo estaría repitiendo muy seguido.
—Por cierto, soy James—agrega adonis ante mi silencio—. ¿Y tú eres…?
—Payne—digo simplemente.
Me mira fijamente.
Si él no me dice su apellido, yo tampoco tengo por qué hacerlo.
Otra vez su boca se curva ligeramente, y por alguna razón eso hace maravillas con mis nervios que se incrementan imposiblemente.
Ese hombre era tan ilegalmente guapo.
Adonis.
Creo que no podría evitar pensar en él como mi Adonis…ejem…simplemente quitemos el “mi”.  ¿De acuerdo?
Maldita sea.
Estaba como una cabra.
Recosté mi cabeza en el asiento y cerré los ojos.
No quería cerrar los ojos.
Cuando lo hacía era inevitable que comenzara a pensar y meditar en muchas cosas, cosas malas, cosas que estaban en el pasado.
Pero era mejor enfrentarme a mis demonios que sentirme descolocada por adonis…James.
Un minuto pasó en silencio.
Podía sentir su mirada quemar contra mí.
Cuánta intensidad podía tener la mirada de alguien, había sido un misterio para mí…al menos hasta ahora, que sabía la respuesta gracias a él.
—¿Se te ofrece algo? —. Pregunto sin abrir los ojos.
Imaginaba que de haberlo visto, su sonrisa se abría agrandado. Giré la cabeza hacia él y abrí un ojo ligeramente.
Sí, ahora tenía una gran sonrisa que podría haberme hecho temblar las piernas de haber estado parada.
¿Qué demonios me pasaba?
—¿Qué edad tienes? —. Preguntó ignorando mi mal humor.
¿Por qué demonios no me dejaba en paz?
¿Era algo tan difícil de hacer?
Suspiré pacientemente.
—24 años, ¿Y tú, James?
Se giró en su asiento hacia mí.
—33 años. ¿Vas de turismo a Londres o vives allí?
—Me estoy mudando…un cambio diferente del estilo de vida de New York. ¿Y tú?
Sonrió como si supiera que estaba haciendo un gran logro al conseguir que hablara con él. Raro.
—Vivo en Londres, pero siempre estoy viajando por trabajo—explicó.
—¿Eres un empresario? —. Curioseé sintiendo una gran decepción. De haber sido una persona común y corriente habría considerado sentirme atraída a él.
Ningún empresario o persona de poder para mí.
Quería estar lo más alejada de ese tipo de personas. Con Adam había tenido suficiente y no me apetecía repetir esa experiencia.
De cualquier forma, ¿Qué demonios haría un empresario viajando en clase turista? Sonaba ilógico.
James dudó por un segundo qué responder.
—Creo que todas las personas somos empresarios cuando se trata de manejar el poco o mucho dinero que ganemos. Pero, en realidad, viajo porque mis jefes me mandan a donde ellos quieren. Solo soy un simple peón—explicó al fin.
Suspiré aliviada.
Un simple trabajador más.
Bien, eso estaba aceptable.
—¿Y tú trabajas? —. Continuó haciendo plática.
Plática.
Creo que era la primera vez en muchos años que platicaba como una persona normal con alguien más, por el simple hecho de hablar y nada más.
Consideré su pregunta intentando averiguar cómo responder.
—No sé cómo responder a ello—digo encogiéndome de hombros.
Estaba segura que esta “charla” duraría un tiempo considerable, por lo que me acomodé en mi asiento, subí mis piernas y me acosté de lado viendo hacia él.
Una de las ventajas de ser pequeña, era que nunca me preocuparía del espacio de los asientos en los aviones. Al contrario de James, que seguramente no podría estirar sus piernas libremente en clase turista sin golpear al asiento delantero.
Quería reír de lo contrario que éramos, pero me contuve.
Simplemente me haría quedar como una tonta.
—¿Por qué, no trabajas o te dedicas a algo ilícito? —Preguntó con los ojos abiertos en sorpresa.
No me aguanté.
Me reí tanto que el estómago me comenzó a doler.
No podía recordar la última vez que me había reído tan libremente.
Se sentí bien.
Me sentí bien. Me sentí… feliz.
—Deberías de ver tu cara en estos momentos—expliqué ante su mirada herida, negué con la cabeza ante lo descortés que estaba siendo—. Soy escritora de novelas, pero las publico con seudónimos. Así que yo decido cuándo trabajo y dónde.
Sus ojos se iluminaron ante mis palabras.
—¿Y qué tipo de novelas escribes? ¿Cuál es tu seudónimo? ¿Traes alguna novela tuya contigo? —. Preguntó rápidamente.
Sonreí.
Qué raro era James.
Era…diferente…como un soplo de aire fresco.
—Novelas de todo tipo…romance, paranormal, comedia, erótico—sentí mis mejillas sonrojarse pero trate de ignorar mis propias palabras—. Si te dijera mi seudónimo, dejaría de mantener mi identidad en secreto. Y no traigo ninguna novela conmigo.
Lo vi abrir su boca para preguntar algo más pero me adelante y le pregunté sobre el qué tipo de empresa en la que trabajaba. Sus mejillas se sonrojaron tiernamente.
Ese hombre estaba que ardía, definitivamente.
Viéndolo de cerca, su piel era bronceada, sus pómulos estaban marcados y su cabello era en realidad castaño, no es que hubiera mucha diferencia con el negro, pero el castaño le quedaba mejor con su piel. Tenía barba tipo candado. Y era simplemente…delicioso.
—Trabajo para un par de revistas de moda…y algunas marcas que me contratan aquí y allá para ayudarles en los lanzamientos de sus productos—. Respondió al fin.
MODA.
Bien.
Sí, estaba segura…éramos agua y aceite.
No solamente era el hecho de que yo medía 1.52 metros y mi piel fuera pálida y tuviera cabello castaño claro y ojos marrones y él fuera lo contrario a mí…simplemente éramos opuestos.
Él trabajaba en la moda…yo odiaba la moda.
Él era alto…yo era pequeña.
Él tenía estilo en su forma de vestir, maldición, incluso su cabello tenía estilo… ¿Yo? Yo era sencillamente descordinada.
Apostaba que él era del tipo de ir al gimnasio y hacer ejercicio todo el tiempo… yo era torpe con cualquier actividad física.
Siguió haciendo preguntas, ignorando el hecho de que respondía vagamente, parecía muy interesado en saber más de mí. Lástima que no tuviera el más mínimo interés a abrir mi alma a él ni a nadie más.
Estaba jodida.
Mi alma estaba podrida.
Dudo mucho que él pudiera encontrar algo bueno en mí.
¿Por qué perder el tiempo?
—¿Por qué me preguntas tantas cosas? —. Lo interrumpí una hora después de platica incesante. Hablábamos de todo y de nada.
—Porque me interesa conocerte—respondió con esa mirada intensa.
Me quedaba sin palabras con sus ojos. Estaba congelada ante ese azul gélido que me miraba fijamente.
—Bueno, con descubrir mi color favorito no descubrirás nada. ¿Quieres que me resuma para que puedas entenderme?
Él asintió con la cabeza, completamente atento en mis palabras.
—Bien, conmigo no llegarás a esa bonita amistad que te imaginas, no me interesan las personas, no me gustan las flores ni ninguna mierda romántica. Puedes ahorrarte ese juego de las mil preguntas, tenemos aún alrededor de 6 horas de vuelo por delante y esto no es una cita, no es que yo salga en citas, las odio. Bien podemos aprovechar las horas para no aburrirnos, tómalo o déjalo, no me interesa. No contestaré ninguna pregunta tonta más, bien podemos pasar a la acción y “conocernos mejor”, si entiendes lo que quiero decir. Pero no imagines más. Podemos tener una bonita aventura de viaje, o bien puedes dejar de mostrarte interesado en la mierda que cargo conmigo.
Su cara se quedó seria.
Su rostro no mostró ninguna emoción.
Siguió mirándome, y podría haber jurado que él podía ver más allá de mí, que podía ver mi oscura y jodida alma. Algo tonto por pensar, lo sé. Pero no podrías llegar a entenderme hasta no estar siendo el objetivo de esos ojos.
—¿Quieres una aventura de viaje? —. Preguntó finalmente.
Sentí mis mejillas sonrojarse.
—No especialmente, pero no te equivoques, un par de polvos en el baño del avión es a lo más que podríamos llegar a hacer. Estoy siendo sincera contigo, estoy jodida, no me interesa ningún tipo de relación, por más inocente que sea.
Se acomodó en su silla y cerró los ojos.
Bueno, creo que todo estaba definido.
Saqué de mi bolso mi iPod y me puse los audífonos.
Memories de David Guetta comenzó a sonar a todo volumen. Suspiré cerrando los ojos y concentrándome en la música.
All the crazy shit I did tonight
Those are the best memories.
I just wanna let it
Go for the night...
That would be the
Best therapy for me.
La música siguió sonando y mi mente iba a la deriva, siempre terminando en…él. El adonis que se sentaba a mi lado. Y a quien probablemente había alejado con mi actitud de mierda.
It's gettin late but I don't mind.
It's gettin late but I don't mind.
It's gettin late but I don't mind.
It's gettin late but I don't mind.
Una mano me quitó uno de los audífonos.
—El baño…en dos minutos—dijo James y acto seguido se levantó de su asiento y se fue desapareciendo de mi vista.
Tragué saliva.
Bueno…me había tomado desprevenida.
¿Qué demonios debía hacer?
Estábamos hablando de sexo con un desconocido y sexi adonis en un baño de avión. Bueno, demonios, si eso no era caliente.
Era una cobarde.
Me quedé sentada dejando que la música sonara.
“La mejor terapia para mí” dijo una voz en mi cabeza, probablemente recordando la letra de la canción.
Maldición, probablemente era una locura. Pero, ¡Carajo! ¿Si no vivía hoy…cuándo lo haría?

Me quité los audífonos y discretamente me paré del asiento sin llamar la atención de nadie. No podría conseguir más mierda de la que ya tenía. ¿Qué perdía?

No hay comentarios:

Publicar un comentario